lunes, 2 de noviembre de 2009

La sirena y la gaviota ...


Como otro hijo olvidado de Dios vivía, mitad mujer, mitad pez, mar adentro entre las tinieblas de lo profundo y lo insípido de la superficie. Deambulaba por las aguas hace ya demasiado tiempo, demasiado incluso como para poder llevar la cuenta de él.
Sin historia ya, sin nadie para recordarle lo que era o podía dejar de ser, sus días transcurrían entre espuma y tormentas, algo familiar a lo que sin embargo no podía dejar de temer; los rayos rasgando el cielo, las contracciones violentas del mar en medio de aguaceros y días grises, despertaban voces antiguas y ancestrales en su interior, clamores que hablaban de Dioses antiguos y castigos funestos.
En esos días solía refugiarse en el interior de alguna cueva, aguardando a que la vida retornará a su inconsciencia cotidiana, lejos de dioses, reinos, sentidos y torbellinos.
Cuanto todo cesaba, solo entonces emergía hermosa y cristalina, kilómetros de mar la aguardaban, tiñendo de humedad sus pupilas. El presente era un tiempo de silencio y espera, pero no siempre fue así, en el pasado desde el cielo unas alas brillantes un planeo suave, y luego el descenso de la gaviota para posarse junto a la sirena eran una realidad cotidiana. Día con día sus horas se entretejían, ambos flotando al compás del agua dejaban morir la tarde invadidos por la inmensidad de aquel universo vertiginoso.
Más llego el tiempo en que la gaviota se pregunto por otros mares, por otros atardeceres y deseo volar no para marcharse sino mas bien para traer con ella el sabor de otra espuma y el movimiento de otras mareas. La Sirena nunca más vio a la gaviota o por lo menos no quiso verla, no pudo volver a observar el batir suave de sus alas ni se perdió tras la profundidad de us ojos, el mar enorme se volvió gigantesco y los abismos se volvieron un lugar conocido en su corazón. La gaviota pese a su regreso no logro penetrar en los abismos que aquella frágil y hermosa criatura había construido, su graznido se volvía voz imperceptible ante el eterno sollozo que habitaba su alma.
Vivir era volar para la gaviota pero la tristeza de las partidas cegó a la sirena y no la dejo ver que la gaviota volvería.
Una tarde de brisa, esta, regreso con las alas heridas y el pecho hinchado de sueños y pesadillas acumuladas. Yo nunca osaría abandonarte dijo la gaviota, posándose muy cercade ella, ella no la vio hace mucho que ya no podía verla, pero la gaviota no se inmuto, a aveces se dijo uno necesita emprender su propio viaje, demórate cuanto quieras, ocupa el tiempo que necesites para recorrer tus propios laberintos, perdona mi partida y yo perdonaré la tuya, solo te pido que algún día regreses y mirando al horizonte se quedo aguardando por la sirena.